Jorge Icaza Coronel
Jorge Icaza Coronel (10 de junio de 1906 - 26 de mayo de 1978) fue un novelista ecuatoriano. Mejor conocido como el Ñaño. Después de graduarse en la Universidad Central del Ecuador, en Colombia trabajó como escritor y director teatral. Este intelectual ecuatoriano fue desde oficinista, oficial mayor de la Tesorería de la Provincia de Pichincha, actor, director y escritor teatral, profesor, librero, hasta ocupar puestos diplomáticos: Designado adjunto cultural de la embajada ecuatoriana en Argentina (1948); Embajador ecuatoriano ante la Unión Soviética, Polonia y la República Democrática Alemana (1977).
También organizó el Sindicato de Escritores y Artistas del Ecuador y fue designado su secretario general (1938). Fue Miembro fundador y titular de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (1944); organizó y dirigió la compañía de teatro «Marina Moncayo» (1946); estrenó entre otros, el ballet en un acto «El amaño» (1947). Fue nombrado Director de la Biblioteca Nacional de Quito (desde 1963). A los 22 años, estrenó su primera comedia: El intruso (1928), que fue una de las seis piezas teatrales que compuso; en 1933, publicó un libro de cuentos: Barro de la Sierra. Después escribió las siguientes obras: Huasipungo (1934) cuando tenía 28 años de edad; En las calles (1935), Cholos (1938), Media vida deslumbrados (1942), Huairapamushcas (1948), Seis relatos (1952), El Chulla Romero y Flores (1958), Viejos cuentos (1960) y Atrapados, trilogía novelesca (1972).
Resumen:
Alfonso Pereira es dueño de una hacienda en huasipungo a la cual no iba, pues prefería vivir en la ciudad con su esposa e hija y tener una vida hasta cierto punto cómoda. La hija de Alfonso Pereira, dueño de Cuchitambo —la hacienda donde transcurre la acción—, va a ser madre. El padre busca entre las indias una nana para el bebé y elige a Cunshi, la mujer del protagonista, Andrés Chiliquinga. El indio, creyéndose abandonado por Cunshi, va a trabajar al monte y pierde una pierna en un accidente.
Al enfrentamiento entre el indio y el patrón, que es inevitable componente social,el patrón pretende seducir a Cunshi. Asimismo, la mayoría de los indios son enviados a construir una carretera con la cual los amos, el inversionista extranjero, el juez y el cura del pueblo serán los únicos beneficiados. En cambio, Chiliquinga ha sido encargado para ayudar en las obras junto con sus compañeros, lo que los obliga a soportar largas jornadas de trabajo y la actitud despótica del capataz, incluso hasta arriesgar sus vidas y perderlas.
El río crece con las lluvias y las obras de construcción de la carretera se interrumpen. La corriente arrasa el sitio por donde debía pasar la carretera e inunda huertas y casas de los indios. El hambre casi los vence y para alimentar a sus familias deciden, Chiliquinga entre ellos, desenterrar el cadáver de una res muerta en la inundación.
Chiliquinga, desesperado, debe afrontar una vez más la evidente separación de los mundos de blancos e indios; su esposa muerta no puede ser enterrada en el cementerio de la iglesia si el cura párroco no recibe una fuerte suma de dinero. Andrés roba entonces una res para conseguir el dinero que garantizaría el entierro de Cunshi, pero es severamente castigado por el patrón.
Lleno de indignación, Andrés congrega a la indiada enardecida, y se desata la violencia, la venganza y el asesinato, descargando así el cúmulo de odio y rencor tanto tiempo reprimidos. Andrés toma desquite del teniente político y de don Alfonso, cuya hacienda él y los suyos asaltan, pero en donde no había nadie, pues los amos han huido a Quito. Ya sólo quedan unos pocos rebeldes, entre ellos Andrés Chiliquinga y su hijo, quienes se refugian en una choza junto con otros compañeros. De repente, advierten que el techo es pasto de las llamas; ese incendio es el anuncio de una muerte segura. En un heroico alarde de orgullo y soberbia, Andrés torna a su hijo en brazos y, angustiado se entrega a las balas gritando: "¡Ñucanchic huasipungo” De pronto, como un rayo, todo enmudeció para él, para ellos.
De boca en boca corrió por el pueblo la noticia de la llegada de los señores gringos.
Todas las banderas del pueblo adornaron las puertas y las ventanas para el gran recibimiento, pues, los indios estaban convencidos que aquellos señores saciarían su hambre; ni siquiera se detuvieron ante los indios, y en tres automóviles de lujo, fueron directamente a la casa de Alfonso Pereira.
Los gringos exigieron a don Alfonso que desalojara a los indios de la loma del cerro, donde ya habían sido enviados después de ser desalojados por el aluvión, de las orillas del río. “a cordillera oriental de estos andes está llena de petróleo”, dijeron los gringos.
De acuerdo por lo ordenado por los señores gringos, don Alfonso contrató unos cuantos forajidos para desalojar a los indios de los huasipungos de la loma.
Grupo que capitaneado por el temible Tuerto Rodríguez y por los policías de Jacinto Quintana, la “Autoridad” de Tomachi, cumplió las ordenes con severidad, pero Andrés Chilinquinga, impulsado por su desesperación, se armó de coraje e incitó a todos los indios a defender con la vida su huasipungo.
La multitud campesina, cada vez más nutrida y violenta con indios que llegaban de toda la comarca gritaban “Ñucanchic huasipungo” (nuestro huasipungo), mientras blandían amenazadoramente picas, hachas, machetes y palos, armas con que habían de defender hasta la muerte lo que les pertenecía.
Desde la capital fueron enviados doscientos hombres de infantería a sofocar la rebelión. En los círculos sociales y gubernamentales la noticia circuló entre alardes de comentarios de indignación y órdenes heroicas:
“Que se les mate sin piedad a semejantes bandidos”. “Que se acabe con ellos como hicieron otros pueblos más civilizados”. “Hay que defender a las desinteresadas y civilizadoras empresas extranjeras”, fueron algunas de las consignas que alentaron al comandante que dirigió la masacre de Tomachi.
Las balas de los fusiles y las de las ametralladoras silenciaron en parte los gritos de la indiada rebelde. El último en sucumbir con su hijo en brazos fue Andrés Chiquilinga, quien pagaba con su vida, el haberse atrevido a rebelarse a sus patrones.
Escenarios:
Hacienda Cuchitambo
La
hacienda estaba situada en las afueras de la capital de Quito, Ecuador. Y
para llegar adicho lugar se tenía que
caminar ya que no había carretera alguna.Era una hacienda muy grande y un tanto
descuidada.
Afueras de la hacienda Cuchitambo
Las afueras de la hacienda estaba rodeada de
huasipungos (tierras que les eranentregadas a los indios por sus patrones por
su trabajo realizado), los cuales eran chozaspequeñas donde se encontraban las
mujeres cuidando de los guaguas (niños)
Acontecimiento relevante:
El río crece con las lluvias y las obras de construcción de la carretera se interrumpen. La corriente arrasa el sitio por donde debía pasar la carretera e inunda huertas y casas de los indios. El hambre casi los vence y para alimentar a sus familias deciden, Chiliquinga entre ellos, desenterrar el cadáver de una res muerta en la inundación.
Crear un final:
Don Alfonso Pereira al enterarse que Chilliquinga había robado una res para darle una digna sepultura a su esposa, cambió completamente su mentalidad y reflexionó sobre todo lo malo que estaba haciendo en su vida y sus malos tratos hacia a los pobres indios.
Don Alfonso se dedicó a cambiar su vida por completo, siendo un hombre generoso, justo y bondadoso, brindaba ayuda a todo aquel que necesitaba de él.
Su hacienda creció admirablemente y era la más reconocida a nivel de todo el país, pues la economía que generaba era incomparable, pues Pereira junto a sus trabajadores se dedicaron a la siembra y cosecha de maís.
Por sus bunas acciones Pereira llegó a ser muy querido y respetado por sus trabajadores y los demás indios.
Enseñanza:
La enseñanza de este final creado por mi persona es, que las personas en la vida deben de ser amable con todos aquellos que nos brindan su ayuda y servicio; a más de ello nunca se debe aprovechar de la posición económica que se posee para minimizar a los demás, coso contrario todas las personas en el mundo deben de ser justas, amables y solidarias para que en la vida todos salga de lo mejor.